jueves, 16 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD, es cristiana o pagana (III)

LA NAVIDAD
ES FIESTA CRISTIANA O PAGANA
(Parte III)
Por Wally Santos



Sin lugar a dudas, los artículos anteriores de esta serie han sido controversiales para muchos y bendición para otros. Las razones pueden ser muy variadas. Muchas veces las “tradiciones” que traemos como herencia familiar o social, nos hacen pensar detenidamente acerca del trasfondo histórico que han traído esas fiestas de Navidad.

Mi deseo no es ser “aguafiestas” con estos temas en estas fechas, pero es importante que comprendamos que es mejor agradar a Dios y alejarnos de las prácticas paganas del mundo. Jesús dijo en su oración al Padre (Juan. 17:14-17) “…No te ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Padre, santifícalos en tu verdad. Tu palabra es la verdad”.

Quizá estamos tan acostumbrados a lo que “todo mundo” hace y pensamos que está bien, pero al profundizar en su aspecto histórico (por ejemplo), nos damos cuenta que no tiene nada de bueno. Es más, es abominable a Dios. El equilibrio cristiano es que, aunque estamos en el mundo, mantengámonos alejados de las cosas que el mundo celebra.

Como anécdota personal, cuando yo conocí al Señor Jesús hace tantos años, yo traía muchas costumbres adquiridas por la observación de mi entorno. Aunque mi familia no era devota con alguna religión en particular, la sociedad que me rodeaba me “instruía” de alguna forma. Los días de navidad (en mi niñez) eran muy alegres y mi familia me decía que era por causa del nacimiento de Jesús, y venía a mi mente la imagen del “niño dios” en el pesebre, los animales campestres rodeando aquella “bonita escena”, etc.


Las familias de mis amiguitos, quienes practicaban la religión católica, hacían los escenarios en miniatura del nacimiento del “niño dios” (en Guatemala los llaman Nacimientos), y esa era la imagen que yo tenía de la navidad: Nacimientos, regalos, juegos pirotécnicos, borracheras de los adultos, fiestas, bailes y algo de Santa Claus. Aunque Santa Claus aún no era tan común como lo es hoy. Así que, de niño, decidí hacer los nacimientos, pues creía que así me acercaba más a Dios y a Jesús. Ahora que ya conozco la Verdad de Evangelio, sé que esos pensamientos de niño, eran porque el verdadero Dios me había escogido para Él, pero yo no lo sabía y algo dentro de mí hacía que lo buscara, pero lo hacía de la manera equivocada. Luego, cuando crecí y le abrí mi corazón a Jesucristo, y crecí en conocimiento de la Biblia, entendí que todo aquello aprendido en mi niñez no era lo correcto, y más aún, Dios se desagradaba de eso.

Sinceramente, me costó mucho dejar de pensar que la navidad era mala. Incluso, cuando pasaba frente a iglesias católicas y veía esas imágenes de «Jesús» me sentía mal al no hacerles alguna reverencia (aunque nunca fui católico). Y poco a poco aprendí con el estudio de la Biblia que todo eso eran cosas vanas y desagradables a Dios. Mi fe y conocimiento se fortaleció. Hubiera deseado que alguien, desde un principio de mi fe cristiana, me hubiese instruido acerca de esto que hoy te comparto, con bases históricas y reales. Mis maestros de discipulado (grupos familiares o células) de aquel entonces, sólo me decían que la navidad era algo malo, pero no me decían el porqué. Pero hoy sé que ellos tampoco tenían estas bases y datos científicos que en esta oportunidad te comparto. Por esta razón, si al leer todos estos artículos de la Navidad causan una revolución y confusión en tu mente, te comprendo. Yo también pasé por ese camino. Pero ahora yo conozco El Camino verdadero que se llama Jesucristo. Y este Camino es mucho mejor… el mejor y el único.

Viene a mi mente la historia del apóstol Pablo, el era fariseo de fariseos, es decir un maestro erudito de la Ley, instruido bajo la tutela del maestro más importante de aquella época, Gamaliel (Hch. 22:6). Sin embargo, Pablo dice posteriormente que él tenía como “basura” todo ese conocimiento aprendido, por amor al conocimiento de Jesucristo (Fil. 3:4-8):

Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…”

Como lo ves, el gran apóstol Pablo también dejó muchas cosas, «tradiciones y costumbres» de los fariseos, por obtener el excelente conocimiento de Jesucristo.

En la palabra de Dios encontramos que Pablo se refiere a las «tradiciones» de la siguiente manera:

Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las TRADICIONES de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. (Colosenses 2:8 RV 1960).

Este pasaje precioso de la Palabra, nos dice que las «tradiciones» de los hombres son conforme a los rudimentos del mundo. Mi pastor y apóstol, nos enseñaba hace algún tiempo que, algunos investigadores han calculado el valor numérico de la palabra «Tradición» y es 666. Curioso el número, ¿verdad?

La palabra griega para «Tradición» que se usa en este pasaje es “Parádosis” (G3860) que significa: Transmisión de enseñanza, instrucción, doctrina, tradición.

Específicamente la Navidad es una de las “tradicionales” fiestas que se celebran en todo el mundo. Nuevamente , entresacando algunos datos de los investigadores Ralph Woodrow y Alexander Hislop, observemos algunas cosas muy interesantes respecto a la Navidad.


EL FESTIVAL DE INVIERNO (o NAVIDAD)

El 25 de diciembre, es el día designado en nuestros calendarios como el día del nacimiento de Cristo. ¿Pero es verdaderamente el día en que nació Cristo? ¿Son las costumbres de esta temporada de origen cristiano, o son las navidades el resultado de otra mezcla entre el paganismo y la cristiandad?

Fijándonos en la palabra en inglés Christmas (Navidad en inglés) que significa «Misa a Cristo», notamos que es una mezcla de dos palabras. Aunque incluye el nombre de Cristo, también menciona la misa. Es importante mencionar que la «misa» no tiene ninguna relación con el verdadero cristianismo. Pero eso y otros ritos católicos más, sí son una continuación de ritos paganos.



La palabra Navidad se halla en la Biblia (nati-vita = nacimiento que da vida) y como hemos de ver, ¡el 25 de diciembre no es la fecha en que Cristo nació! Es evidente que nuestro Salvador no nació durante el invierno, pues cuando El nació, La Biblia nos narra que los pastores velaban sus rebaños en el campo: «Y ha­bía pastores en la misma tierra que velaban y guar­daban las vigilias de la noche sobre su ganado» (Lu­cas 2:8) Como es conocido, los pastores en Palesti­na no hacen esto durante el invierno, pues el hielo, el frío y la nieve las mataría. Siempre traen sus rebaños de las montañas a los rediles antes del 15 de octubre.

Con esto está claro que Cristo no nació a mitad del invierno. ¿No dicen las Escrituras en qué época del año nació Cristo? ¡Sí! Veamos a continuación:

Su muerte ocurrió al final en la Pascua (Juan 18:39), lo cual era en la primavera. Así que tres años y medio antes del comienzo de su ministerio terrenal, marcan el principio de su ministerio en el otoño. Ahora bien, al comenzar Jesús su ministerio, tenía treinta años (Lucas 3:23). Esta era la edad acepta­ble para que un sacerdote pudiera empezar su mi­nisterio, según el Antiguo Testamento (Números 4:3). De manera que como Cristo comenzó su ministerio a la edad de 30 años y esto era en otoño, 30 años atrás marcaría su nacimiento en el otoño y no en el invierno.

Aunque las Escrituras no indican la fecha exacta del nacimiento de Jesús, hay medios para averiguar la fecha aproximada del nacimiento de Juan el Bau­tista y como Juan nació seis meses antes de Cristo, al comparar ambas fechas podemos darnos cuenta de la fecha aproximada en que nació Jesús. Zacarías, el padre de Juan, era sacerdote en el templo de Jeru­salén. En aquella época, cada sacerdote tenía un tiempo definido del año en que servía en el templo. Había 24 divisiones o turnos de servicio durante el año. Los nombres de estos turnos son dados en 1 Crónicas 24:7-19. De acuerdo a Josefo, cada uno de aquellos turnos duraban una semana; la prime­ra semana comenzaba en el primer mes, Nisan, al principio de la primavera (1a. Crónicas 27.1-2). Des­pués de seis meses, este orden de cursos era repeti­do para que cada sacerdote pudiera servir dos veces al año durante una semana. Entonces, tres semanas del año todos los sacerdotes servían juntamente du­rante el período de la Pascua, Pentecostés y la Fies­ta de los Tabernáculos.


Con estos datos como fundamento, notemos qué turno era el que Zacarías servía entonces: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote lla­mado Zacarías, de la suerte de abias (o Abijah en el hebreo) y aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios por el orden de su vez..., se le apareció el ángel del Señor”. El ángel le reveló que su esposa Elisabet, aunque entrada en edad, daría a luz a un hijo (Lucas 1:5-13). ¿En qué época del año ejercía Zacarías la Suerte de abaís? De acuerdo con 1 Crónicas 24:10, el curso de abias era el octavo en orden. Es decir, la fecha era entre Iyar 27 y Si­van 5; o sea, 1de Junio al 8 del mismo.

Después de su servicio semanal en el templo, Zacarías fue obligado a permanecer otra semana porque a la si­guiente era Pentecostés. Pero tan pronto como cum­plió su ministerio, regresó a su casa en los montes de Judea, aproximadamente a 30 millas al Sur de Jerusalén; y su esposa concibió (engendrada) (Lucas 1:23-24). Es decir, esto fue aproximadamente a mediados de junio; al aña­dir nueve meses a esto, llegamos a una fecha aproximada del nacimiento de Juan. De acuerdo a esto, Jesús nació al principio del otoño. Puesto que Jesús era seis meses menor que Juan (versículos 26 y 36), simplemente añadimos este tiempo a la época en que Juan nació y tenemos como resultado que Cristo nació a mediados de septiem­bre. Como podemos ver, nuestro Señor nació en el otoño, y no el 25 de diciembre que es INVIERNO.

Otra prueba de esta conclusión la tenemos en el hecho de que cuando Jesús nació, José y María ha­bían ido a Belén a empadronarse (Lucas 2:1-50). No hay registros que indiquen que este período fuese en invierno, ni motivo alguno para creer, como hemos leído muchas veces en comentarlos sobre Navidad, que el empadronamiento había causado la aglomera­ción de forasteros que no permitió a José y María encontrar lugar en el mesón. No hay ninguna razón para creer que fuesen tantos los judíos oriundos de Belén radicados en estas poblaciones, pues todos los judíos se hallaban adheridos a las tierras de sus an­tepasados. José tuvo que hacerlo por causa de la per­secución de Herodes contra el niño Jesús. ¿Qué cau­saría, pues, la aglomeración? Lo más probable es que fuera la fiesta anual de otoño a la que José y María solían concurrir como buenos judíos y aunque esta vez tenían razón para abstenerse, dado el estado de María, no pudieron hacerlo por coincidir con la nota real del empadronamiento “cada cual en la ciudad donde era nacido” (Lucas 2:1-21).

Jerusalén era, normalmente, una población de 120,000 habitantes, pero según Josefo, durante las fiestas algunas veces se reunían allí hasta dos millones de judíos. Con tan grandes multitudes de gente que venían a las fiestas, no solamente se llenaba Jerusalén, sino que también la aldea de Belén, situa­da a sólo 5 millas al sur. Esto era al final de la siem­bra. Todo esto y la evidencia dada anteriormente, indican que el nacimiento de Cristo fue en el Otoño y no el 25 de diciembre.

Si Cristo no nació en diciembre, ¿cómo llegó este día a ser parte del calendario de la Iglesia? La historia nos da la respuesta. !En vez de ser este día el nacimiento de nuestro Salvador, este era el día en que los paganos, durante muchos siglos, celebraron el nacimiento de su dios solar! Un estudio de esto demuestra cuánto se rebajaron los líderes de la Igle­sia apóstata en sus esfuerzos por unir el paganismo con el cristianismo hasta el punto de poner el naci­miento de Cristo en una fecha que armonizaba con la celebración pagana del nacimiento del dios sol. Fue en el siglo V que la Iglesia Católica Romana ordenó que el nacimiento de Cristo fuera observado el 25 de diciembre, el día de la antigua fiesta romana del solsticio de invierno.



En los días del paganismo esta fiesta del nacimien­to del dios sol era popular especialmente dentro de los «misterios» conocidos como MITRAISMO. Este fes­tival era llamado «La Natividad». Y no solamente Mitra, el dios sol del mitraismo, del cual se decía que había nacido en esta época del año, sino tam­bién de Osiris, Orus, Hércules, Baco, Adonis, Júpi­ter, Tammuz y otros dioses, puesto que eran todos precedentes de la misma leyenda de Tammuz con otros nombres. Todos ellos habían nacido en la mis­ma época invernal conocida hoy como «Navidad».

Dice un notable escritor: “La época invernal era cuando todos los dioses solares, desde Osiris hasta Júpiter y Mitra, celebraban su cumpleaños. Las ce­lebraciones consistían en árboles de pino para Adodis, Saturno y otros que representaban el calor del nuevo nacimiento del sol en forma de fuego...”

En Babilonia el cumpleaños de Tammuz era ce­lebrado en esta época del invierno con grandes fies­tas, celebraciones y borracheras, igual que se cele­bra hoy en día. La vieja celebración se dispersó y llegó a ser una costumbre tan arraigada en la «Roma y Grecia paganas en los días de los bárbaros teutó­nicos, como en las épocas remotas de la civilización egipcia y en todas partes este período era siempre celebrado con fiestas y regocijo».



Cuando este Festival del Invierno llegó a Roma, era conocido como La Saturnalia. Saturno no era más que otro nombre de Nimrod o Tammuz, como el «dios escondido» Esta fiesta era la más vil, inmoral y degenerada que tanto desprestigió a Roma. Era una época de libertinaje, y borrachera, cuando todas las restricciones de la ley eran puestas a un lado. Fue de esta misma fiesta romana de la que se tomó la celebración del nacimiento de Cristo y que pasó a la Iglesia Católica Romana hasta la presente civi­lización, “Es algo conocido -afirma un escritor- que la mayoría de nuestra relación con la tempora­da de Navidad y las fiestas, es el dar regalos y el sentimiento de amistad, lo cual no es más que una herencia del Festival de Invierno romano proceden­te de La Saturnatia, que proviene del paganismo.”



Tertuliano menciona la práctica de intercambiar regalos en esta temporada como parte de La Satur­nalia romana. Cuando este festival fue adoptado por la Iglesia Romana, también se adoptó esta costum­bre. De ese modo trataron de hallar alguna simili­tud entre el paganismo y la religión cristiana, los líderes de la Iglesia Romana. Se dijo que era en recuerdo de los dones que los reyes magos presen­taron a Jesús niño, el intercambiar regalos. Pero no es así. Los magos no intercambiaron regalos entre ellos, sino que dieron sus regalos a Jesús, el nacido Rey de los Judíos. (Era una costumbre oriental el presentar regalos al estar ante un Rey.) Pero estos regalos no eran regalos de nacimiento. Cuando los magos llegaron, fue mucho después del nacimiento de Jesús. Para esa época, Jesús ya vivía EN SU CASA (Mateo 2:9-11), y no en el establo. Obviamente, los regalos de los magos no eran regalos «navideños».

No tenemos espacio suficiente para tratar sobre todas las costumbres navideñas como Santa Claus, y el comercialismo que se opera en esta temporada, pero vemos que todo ello, carece de fundamento bíblico y claramente identifica nuestras costumbres de hoy con las de La Saturnalia de la Roma pagana.



Finalmente, para concluir con las costumbres de la temporada «navideña», mencionaremos al ÁRBOL DE NAVIDAD. Una fábula babilónica decía que Semíramis, la madre de Tammuz, afirmaba que durante una noche, un árbol verde se desarrolló de un tronco muerto. El tronco muerto supuestamente represen­taba a su esposo muerto, Nimrod, ¡y el árbol de pino llegó a ser el símbolo de que Nimrod había revivido en la persona de Tammuz.!

La idea se propagó y se desarrolló tanto que mu­chas naciones tienen sus propias leyendas de árbo­les sagrados. Entre los druidas, los egipcios, los ro­manos (los cuales adornaban sus árboles con cere­zas rojas durante La Saturnalia), los escandinavos y muchos más. Y al igual que otros ritos paganos, fueron absorbidos por el «cristianismo», Asimismo lo fue el uso del árbol de Navidad. El árbol de Navi­dad recapitula la idea del culto con sus bolas brillan­tes en símbolo del sol... y todas las festividades del invierno pagano han sido incorporadas al día de la Navidad.

En no menos de 10 referencias bíblicas, el árbol verde es asociado con idolatría y culto falso (Dt. 12:2, 1 Reyes 14:23, 2 Reyes 16:4, 17:10, Eze. 6:13, etc.) Isaías 57:4-5 dice: “¿De quién os habéis burlado? ¿Contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros hijos rebeldes, generación mentirosa, que os enfervorizáis con los ídolos debajo de todo árbol frondoso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo de los peñascos?”. No cabe duda que Dios se enojaba mucho cuando su pueblo imitaba los ritos paganos de sus pueblos vecinos. Otras citas:

Jer 2:20 “Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera.”

Jer 3:6 “Me dijo Jehová en días del rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho la rebelde Israel? Ella se va sobre todo monte alto y debajo de todo árbol frondoso, y allí fornica”.

Jer 3:13 “Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová”.
Para esta palabra «árbol frondoso», en el Heb. Es «RAANÁN-ETS», que sig. Árbol verde, frondoso, fresco reverdecido, o también leño o ídolo verde.

Los pueblos paganos acostumbraban a ofrecer culto a su dios Tammuz teniendo relaciones sexuales bajo esos árboles donde hacían sus ritos, por esa razón estas citas hablan de fornicación y rameras. Una de las traducciones de árbol frondoso es también «árbol reverdecido» porque creían que ese árbol representaba la re-encarnación de Nimrod en su hijo Tammuz. Por esa razón, Dios condenaba a su pueblo cuando hacían tales abominaciones.



Naturalmente las gentes de la época de Jeremías, como lo indica el contenido de este pasaje, estaban realmente haciendo un ídolo del leño (o árbol). No queremos decir que en nuestros tiempos la gente pone el árbol de Navidad en sus hogares o iglesias para «adorar» a un árbol, sino lo hacen como una «tradición» que viene de generación en generación. Pero vemos que el uso del árbol de Navidad es claramente algo traído del paganismo en una forma modificada. Pero cualquiera que sea la diferencia en­tre el viejo uso del árbol y las costumbres del pre­sente, nadie puede negar que las costumbres son cosas de los hombres, y Dios dice: «Porque las costum­bres de los pueblos son vanidad», sin valor, vacías; no añaden poder al verdadero culto (Jer. 10:3). Comparemos la siguiente cita en algunas versiones bíblicas:

En 1 Sam. 15:23 Leemos: (Ver. Jerusalen) “Como pecado de hechicería es la rebeldía, crimen de terafim la contumacia…”

(Ver. RV60) “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación…”

(Ver. LBA) “Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría…”

(Ver. Torre A.)Porque el desobedecer al Señor, es como un pecado de magia, y como crimen de idolatría el no querer sujetársele…”

(Ver. BL95) “La rebelión es un pecado tan grave como la brujería; la desobediencia es un crimen tan grave como la idolatría…”

Esta cita nos muestra que la «idolatría» con se pone un arbolito, según la Biblia es lo mismo que iniquidad, insujeción, desobediencia. Y la rebeldía, es igual a practicar la adivinación o hechicería. ¿Cuántos hechiceros, adivinos e idólatras hay dentro de las iglesias del Señor? Cualquiera diría que ya no hay, pues ya recibieron a Jesús en su corazón; sin embargo los hay, cuando sabiendo que no tienen que hacer determinada acción… la hacen.

Las navidades fueron adoptadas por la Iglesia Romana durante el siglo V. En el siglo VI fueron enviados mi­sioneros al norte de Europa para atraer paganos bajo el yugo romano. Estos hallaron que el 24 de junio era una fecha muy popular entre estas gentes. Para poder atraerlos a la iglesia como era la costumbre después de la apostasía, los líderes de la Iglesia apóstata les permitieron que continuaran celebrando su fiesta pagana, sólo que tendrían que hallar al­gún acontecimiento cristiano con el cual asociarlo. Pero ¿qué evento podían asociar con el 24 de junio? Ya habían adoptado un día para conmemorar el na­cimiento de Cristo, el 25 de diciembre. De modo que este error llevó a otro error. Al darse cuenta de que el 24 de junio era aproximadamente seis meses antes del 25 de diciembre y como Juan el Bautista nació seis meses ante de Jesús, entonces, ¿por qué no es­tablecer el 24 de junio como el día del nacimiento de Juan el Bautista? Esto es lo que hicieron. ¡Hasta hoy el 24 de junio es conocido en el calendario papal como la natividad de San Juan Bautista! Pero obviamen­te esta idea fue basada en un fundamento falso por­que Juan no nació el 24 de junio; y el asociar ese nombre con ese día no fue más que otro intento por cubrir la fiesta pagana y dejarla continuar, pero aho­ra dentro de la «Iglesia».



En tiempos antiguos, este día era asignado al culto de Baal. En la Gran Bretaña, antes de la entrada del cris­tianismo, el 24 de junio fue celebrado por los druidas con llamas de fuego en honor a Baal (el dios sol, Nim­rod, en forma divina). Los escritos de notables historiadores como Herodoto, Wilkinson, Layard y otros, hablan de estos fuegos ceremoniales en diferentes países. Cuando el 24 de junio fue adoptado en la Igle­sia y cambiaron su nombre al día de san Juan, tam­bién se adoptaron los fuegos y se llamaron «los fue­gos de san Juan».Se ha visto gentes correr y saltar a través de los fuegos de san Juan en Irlanda, (dice un escritor del siglo pasado) orgullosos pasando a través del fuego, pensando de ellos mismos como si fueran bendecidos de una forma especial durante la ceremonia Al leer estos ritos nos acordamos de prácticas similares en las cuales cayeron los hijos de Israel cuando éstos «pasaron por el fuego de Moloch» a sus hijos (Jeremías 32:31 y Ezequiel 20:31). Obviamente nin­guna de estas prácticas tenía conexión alguna con Juan el Bautista.

Además de la ceremonia de fuego que se observa­ba el 24 de junio, este día también era conocido en­tre las tribus paganas como el Festival del Agua. ¿Acaso no había sido Juan el Bautista conocido es­pecialmente como el que bautizaba con agua? Así que esta pequeña semejanza ayudó a disfrazar la conti­nuación del día pagano con su nuevo nombre.

Hemos estudiado anteriormente cómo el culto de la diosa madre fue mezclado en la cristiandad. Los paganos habían orado y venerado durante siglos a la diosa madre del paganismo! Para poder atraer a es­tos paganos, la iglesia apóstata adoptó y continuó los viejos ritos y cultos que habían sido usados para la madre pagana, sólo que se les ordenó usar el nom­bre de María, la madre de Jesús, en lugar de Diana, Isis, Astarté, Artemis, etc. Y así como otras ideas que habían sido asociadas con el culto a la diosa madre fueron mezcladas con la Iglesia en su deseo por unir el cristianismo con el paganismo, el día 15 de agosto, día del festival de Isis o Artemis, fue simplemen­te cambiado el nombre a Día de la Asunción de la Virgen Maria, el cual es celebrado hasta nuestros días.



Como dijo un escritor sobre la fiesta de la Asun­ción de la Virgen, «es celebrada el 15 de agosto, pero esa era la fecha del gran festival de Diana, con la cual Isis es identificada y uno puede darse cuenta cómo María gradualmente tomó el lugar de una diosa». Evidentemente la Iglesia apóstata dio poca im­portancia a las verdaderas épocas en que los eventos sucedieron. Ellos declararon todas sus fiestas y cele­braciones de acuerdo con la popularidad de estas fechas entre los paganos.

Otro día, supuestamente establecido en honor de María, es el llamado Día de la Purificación de la Vir­gen María, que se celebra el 2 de febrero. En este día los sacerdotes católicos bendicen las velas, las cuales se distribuyen al pueblo durante la misa. En este día, todas las velas que han de ser usadas en todo el año para los ritos católicos, son bendecidas.

¿Cómo llegó a ser el 2 de febrero designado como este día especial? Fue instituido por la iglesia para reemplazar un día pagano. ¡Y no sólo adoptó la Igle­sia este día, sino que hizo lo propio también con las costumbres! En los días de la Roma pagana, este festival se observaba llevando antorchas y velas en honor de Februa, nombre del cual se deriva el mes de «febrero». Los griegos celebraban la fiesta en honor de Ceres, la madre de Prosperpina, !la cual, en este mismo día, buscaba a su hija en el centro de la tierra con antorchas y velas según cuenta la leyen­da! Entre los egipcios este día también era celebra­do en honor de la Diosa Neith, ¡el mismo día conoci­do como el Día de la Candelaria en la iglesia Católica Romana! De tal manera que la celebración de este día dedicado a la diosa madre y el uso de las cande­las, son todas creencias que sin lugar a dudas, fueron adoptadas por los apóstatas, del paganismo.

Todos estos días y fechas que hemos mencionado, al igual que otros más, los cuales el espacio no nos permite explicar, fueron adoptados en el calendario de la Iglesia Romana paganizada. Los días, meses, tiempos y años que guardaban eran aquellos que habían sido dedicados a los dioses paganos. Sin embargo, fueron estos mismos días los que la Iglesia apóstata incorporó en su culto disfrazándolos con nombres de resonancia cristiana y así se continúan observando hasta el presente.

Con lo visto anteriormente, cabe preguntar: ¿Seguirás practicando la Navidad? Es decisión tuya. Yo sólo te presento los hechos y los datos; pero tú decides. Con toda razón el apóstol Pablo nos dice en Efe. 5:27 (RV60) “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese MANCHA NI ARRUGA ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. Es decir que, Jesucristo viene por una iglesia: Sin MANCHA, significa sin pecado, sin contaminación; y sin ARRUGA: sin actitudes de una iglesia vieja, carnal, sin «TRADICIONES».

Y luego, en los versos 5 al 8: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz”.

Esa es la invitación que yo te hago, andemos como hijos de luz. Espero en Dios que este tema acerca de la Navidad, te ayude a reflexionar y a volver tu mirada al único Dios y Salvador Jesucristo, al único que es el Camino, la Verdad y la VIDA.

Que mi Señor Jesús te bendiga y te guarde… Hasta la próxima…

martes, 14 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD, es Cristiana o Pagana (II)

LA NAVIDAD
ES FIESTA CRISTIANA O PAGANA
(Parte II)
Por Wally Santos


En el artículo anterior abordamos sobre los aspectos históricos que originaron la Navidad. De cómo en Babilonia, Satanás planificó esparcir por todo el mundo antiguo, una celebración que engañaría a la raza humana por medio de sutiles instrumentos que, 4 mil años después, aún continúan vigentes y manteniendo en el error a muchos. El error de creer que la navidad es una fiesta cristiana, cuando realmente la navidad no tiene ninguna relación con nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo.

No me considero una persona “legalista” ni mucho menos una persona “cegada” por cierta cultura contraria a las creencias navideñas. Jesús nos ha hecho libres del pecado y de las “tradiciones” del mundo. Pero si alguno considera que tiene la “libertad” de celebrar la Navidad, pues bien ore a Dios y pregúntele al Señor si Él está de acuerdo con sus conceptos. Jesús dijo que el Espíritu Santo nos guiaría a toda la verdad (Juan 16:13). Bienaventurado aquel que tiene la güianza del Espíritu de Dios, porque el tal es hijo de Dios (Rom. 8:14).

La Biblia nos dice en Isa 5:13 (Ver. RV60)Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed. Esto nos enseña que mucho pueblo de Dios practica cosas, y no sabe el porqué se hacen, mucho menos el origen de tales prácticas. Como cristianos y nacidos de nuevo que somos, es nuestra responsabilidad investigar el porqué de las cosas que creemos.

Un ejemplo de cómo los hijos de Dios deben investigar, lo encontramos en Dan 9:2 (Versión Jerusalén): el año primero de su reinado, yo, Daniel, ME PUSE A INVESTIGAR EN LAS ESCRITURAS sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén, a saber setenta años. 

Es decir que, el gran profeta Daniel, nunca hubiera recibido la revelación del número de años que estarían cautivos en Babilonia, si no hubiera INVESTIGADO profundamente en las Escrituras.

Otro gran ejemplo que nos muestra esa actitud investigativa, la encontramos en Lucas 1:1-4 (Ver. LBA) donde encontramos: Por cuanto muchos han tratado de compilar una historia de las cosas que entre nosotros son muy ciertas, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, también a mí me ha parecido conveniente, después de haberlo INVESTIGADO TODO CON DILIGENCIA desde el principio, escribírtelas ordenadamente, excelentísimo Teófilo, PARA QUE SEPAS LA VERDAD PRECISA acerca de las cosas que te han sido enseñadas.

Este fabuloso pasaje bíblico nos indica que Lucas, seguramente, había escuchado muchas historias acerca de Jesús (pues él no fue testigo ocular de las cosas que el Señor hizo, Lucas escribió este evangelio entre el 64 y 70 DC). No cabe duda que, al escuchar estas historias, a Lucas le desconcertaba el desorden cronológico en que le contaban los hechos de Jesús, y él se dispuso a investigarlo. Me llama la atención que Lucas le dirige su escrito a su amigo Teófilo (que significa Amigo de Dios). Es decir que los “Amigos de Dios” son los que investigan, los que profundizan sobre un tema en particular de los “Asuntos de Dios”, para no ser confundidos. A los “Teófilos” de hoy, Dios les revela la Verdad Precisa de su Palabra.

Me pareció prudente explicar estas cosas pues, mucha gente e incluso pueblo cristiano, ven con superficialidad algunos temas, como el de la Navidad. Muchas veces tildamos a los pecadores de “idólatras” porque ellos adoran sus imágenes hechas de manos, y nosotros mismos a veces también somos “idólatras” en algunos aspectos o fiestas que celebramos, cuando no sabemos el origen de tales fiestas.

Bien lo decía el Apóstol Pablo en Rom 2:21-22 (Ver. Torres Amat) y no obstante, tú que instruyes al otro, no te instruyes a ti mismo; tú que predicas que no es lícito hurtar, hurtas; tú que dices que no se ha de cometer adulterio, lo cometes; tú que abominas los ídolos, eres sacrílego adorador suyo...”.

En esta segunda parte de “Navidad, fiesta Cristiana o Pagana”, quiero resaltar nuevamente, algunos aspectos que Ralph Woodrow y Alexander Hislop hacen referente a este tema.


EL CULTO A LA MADRE e HIJO


Uno de los ejemplos más sobresalientes de cómo el paganismo babilónico ha continuado hasta nuestros días, puede verse en la forma en que la Iglesia Romana inventó el culto a María, para reem­plazar el antiguo culto a la diosa-madre de Babilonia (Semiramis). Como dijimos en el artículo anterior, después de la muerte de Nimrod, su adúltera esposa dio a luz a un hijo del que afirmó había sido concebido sobrenaturalmente. Proclamó que éste era un dios-hijo; que era Nimrod mismo su líder, que había renacido y que tanto ella como su hijo eran divinos. Esta historia era ampliamente conocida en la antigua Babilonia y se desa­rrolló en un culto bien estable­cido, el CULTO A LA MADRE Y EL HIJO. Numerosos monumentos de Babilonia muestran la dio­sa madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos.

Ahora, cuando el pueblo de Babilonia fue disperso en las varias áreas de la Tierra, llevaron consigo el culto a la divina madre y al dios-hijo. Esto explica por qué todas las naciones en tiempos pasados adoraban a la divina madre y a su hijo de una u otra forma, ¡aún siglos antes de que el verdadero Sal­vador, nuestro Señor Jesucristo naciera en este mundo! En los diversos países donde se extendió este culto, la madre y el hijo eran llamados de diferentes nombres debido a la división de los lenguajes en Babel, pero la historia básica seguía siendo la misma.




Entre los chinos, se llamaba a la diosa madre «Shingmoo» o «Santa Madre», y se representa con un niño en los brazos y rayos de gloria alrededor de su cabeza. Los germanos veneraban a la virgen «Hertha» con un niño en los brazos. Los escandina­vos la llaman «Disa» y también la representan con el niño en los brazos. Los etruscos la llamaban «Nu­tria»; en India la llaman «Indrani», que también era re­presentada con un niño en los brazos, y también, entre los druidas, adoraban a la «Virgo Paritura» como a la «Madre de Dios».

La madre babilónica era conocida como «Afro­dita» o «Ceres», por los griegos; Nana, por los su­merios, y como «Venus» o «Fortuna» por sus devo­tos en los viejos días de Roma; su hijo era conocido como «Júpiter». Devaki y su hijo Krishna han sido adorados también en la India.
Por algún tiempo, Isi, la «gran diosa» y su hijo Iswara (Induíso), han si­do venerados en la In­dia, donde se han eri­gido grandes templos para su culto. En Asia la madre era conocida como «Cibeles», y su hijo como «Deoius». «Pero no tomando en cuenta su nombre o lugar (dice un escri­tor), era la esposa de Baal, la reina-vir­gen del cielo quien dio fruto sin haber concebido.»

Cuando los hijos de Israel cayeron en apostasía, ellos también se descarriaron con este culto de la diosa-madre. Como podemos leer en Jueces 2:13, Y dejaron a Jehová y adora­ron a Baal y a Astaroth”. As­taroth era el nombre bajo el cual la diosa Semiramis (o diosa madre) era conocida por los hijos de Israel. Da vergüenza el pensar que aun aque­llos que conocían al Dios ver­dadero, se alejaban de El y adoraban a la madre pagana. Pero eso es exactamente lo que hicieron. Uno de los títu­los bajo el cual era la diosa conocida por los israelitas, era el de «Reina del Cielo», como leemos en Jeremías 44:17-19. El profeta Jeremías los reprendió por venerarla, ¡pero ellos se rebelaron a pesar de su advertencia, y fue así como trajeron sobre sí mismos una plena destrucción por la mano de Dios!

En Éfeso, la gran madre era conocida como «Dia­na»; ¡el templo dedicado a ella en esa ciudad era una de las Siete Maravillas del Viejo Mundo! Y no solamente en Éfeso, sino también a través de Asia y del mundo entero era venerada la divina madre (Heb. 19:27).

En Egipto, la madre babilóni­ca era conocida como «Isis», y su hijo como Horus. Nada es más común, en los monumentos reli­giosos de Egipto, que el infante Horus sentado en el regazo de su madre.

El culto a la madre y al hijo era conocido también en Inglaterra en tiempos pasados, pues en 1747 se encontró un monumento religioso en Oxford, de origen pa­gano el cual exhibe a una mujer alimentando a un infante. «Así vemos, dice un historiador, que la virgen y el hijo eran vene­rados en tiempos anteriores des­de China hasta Bretaña... y aún en México la madre y el hijo eran venerados.»

Este culto falso se esparció desde Babilonia a varias naciones, con diferentes nombres y formas; finalmente, se estableció en Roma y a través del Im­perio romano. Dice un notable escritor de esta épo­ca: «El culto a la grandiosa madre.. era muy popular en el Imperio romano. Existen inscripciones que prueban que los dos (madre e hijo) recibían honores divinos, no solamente en Italia (especialmente en Roma) sino también en las provincias, particularmente en Africa, España, Portugal, Fran­cia, Alemania y Bulgaria».

Fue durante este período de culto prominente a la madre divina, que el Salvador, nuestro Señor Je­sucristo, fundó la verdadera Iglesia del Nuevo Tes­tamento; ¡y qué gloriosa era la Iglesia en esos días!

Pero la que una vez fue conocida como la «Igle­sia», abandonó su fe original en el tercer y cuarto siglos y cayó en la gran apostasía que los apóstoles habían anunciado. Cuando vino esta «apostasía» se mezcló mucho paganismo en medio de la cristian­dad. Se aceptaban en la Iglesia a paganos no convertidos y en numerosos casos se les permitía conti­nuar muchos de sus ritos y costumbres paganos sin restricción alguna; en ocasiones se hacían algunos cambios con el fin de que estas creencias paganas parecieran similares a una doctrina cristiana.

Uno de los mejores ejemplos de esta clase de paganismo lo podemos tener en la forma en que la iglesia profesante permitía a los paganos el conti­nuar el culto a la diosa madre ¡solamente con una poca diferencia y con otro nombre! Había muchos paganos que se sentían atraídos al cristianismo, pero era tan fuerte en sus mentes la adoración a la diosa madre, que no la querían abandonar. 

Entonces los líderes de la Iglesia buscaron una similitud en la cristiandad con el culto de los idólatras paganos pa­ra poder atraerlos en gran número y así añadirlos a ella. ¿Pero a quién podrían usar para reemplazar a la diosa madre del paganismo? Pues claro que a María, la madre de Jesús; era la persona más lógica que podían escoger. ¿Por qué, entonces, no permitir que los paganos continuaran sus oraciones y devociones a su diosa, llamándola con el nombre de María, en lugar de los nombres anteriores con los cua­les ellos la conocían? Esto le daba al culto idólatra de los paganos la «apariencia» de cristianismo y de esta forma, ambos bandos podían estar satisfechos e incorporarse así a la Iglesia romana.

Y es esto exactamente lo que sucedió. Poco a poco, el culto y doctrinas que habían sido asociados con la madre pagana, vinieron a ser aplicados a María. Así, el culto pagano de la «madre» continuó dispersándose dentro de la Iglesia profesante.

Es obvio que este culto a María no era sólo la veneración que se merece la más bendita entre las mujeres, la madre humana del divino Salvador, sino que, al contrario, no era más que una continuación del viejo culto pagano a la diosa-madre babilónica. Porque a pesar de que Maria, la madre de Jesús, era una buena mu­jer, dedicada y temerosa de Dios, y fue escogida especialmente para engendrar el cuerpo de nuestro Salvador, no fue nunca considerada como una per­sona divina o como diosa por la verdadera Iglesia primitiva. Ninguno de los apóstoles, ni Jesús mismo, dieron alguna vez a entender que se debería venerar a María.

Como lo indica la «Enciclopedia Británica», durante los primeros siglos de la Iglesia no fue pues­to ningún énfasis en María. No fue sino hasta la época de Constantino, la primera parte del siglo IV, cuando alguien empezó a ver a María como a una diosa. Pero aun durante ese período, tal idolatría era denunciada por la Iglesia, lo cual es evidente en las palabras de Epifanio, quien denunció a ciertas mujeres de Tiro, Arabia y otros sitios por rendir culto a María como a una diosa verdadera y hacerle ofrendas en su capilla. Pero unos años más tarde, el culto a María no solamente era permitido por lo que es actualmente conocida como la Iglesia Católi­ca, sino que vino a ser una de sus doctrinas principales y lo continúa siendo hasta hoy.

Como Roma había sido por mucho tiempo el cen­tro del culto a la diosa del paganismo, no debemos extrañarnos de que éste fuera uno de los primeros sitios donde el culto a María se estableció dentro de la «iglesia». Este es un hecho que revela abiertamen­te que el culto a María fue el resultado directo de influencia pagana.


Otra ciudad en don­de el culto idólatra-­pagano a la madre era popular fue Éfeso, y ahí también se hicie­ron intentos por mez­clarlo con la cristian­dad. En Éfeso, desde tiempos primitivos, la diosa-madre era lla­mada «Diana» (Hch. 19). En dicha ciudad los paganos la veneraban como la diosa de la virginidad y la mater­nidad. Se decía que ella representaba los poderes generadores de la naturaleza, por lo cual se la representa­ba con muchos senos. Una torre de Babel adornaba su cabeza.

Cuando se tienen creencias durante si­glos, por lo general no es fácil abandonarlas. De modo que cuando llegó la apostasía, líderes de la iglesia de Éfeso razonaron que si permitían a los paganos continuar su adoración a la diosa-madre, los podrían atraer a la «igle­sia». Así, entonces, en Éfeso se incorporó el culto a la diosa pagana y se mezcló con el cristianismo. Se sustituyó el nombre de Diana por el de María y los paganos continuaron orando a la diosa-madre. Conservaron sus ídolos con la imagen de ella y la iglesia profesante permitió que los adorasen junto con Cristo. Pero no es mezclando de esta forma el cristianismo con el paganismo el camino de Dios pa­ra ganar convertidos.


Cuando Pablo llegó a Éfeso todavía no se había infiltrado el paganismo. La gente era verdaderamen­te convertida y en esos días al convertirse al cris­tianismo destruían las imágenes de la diosa-madre (Hch. 19:24-27). ¡Cuán trágico fue que esta iglesia aceptara y aún adoptara la idolatría abominable de la diosa-madre disfrazándola bajo el hábito de la cristiandad. Finalmente, cuando el culto a María se hizo una doctrina oficial de la Iglesia Católica, en el año 431 D.C., fue precisamente en el Concilio de Éfeso, la ciudad de la diosa pagana Diana. Es obvia la influencia pagana que indujo al Concilio a tomar esta decisión. La potestad de las tinieblas que gobernaba Éfeso, fue la que motivó a los religiosos a declarar a María como la diosa-madre.

A Satanás no le importa el nombre que le den a la reina del cielo (vírgen María, Diana, Isis, Devaki, As­taroth, Semiramis, Ceres, Afrodita, Shingmoo, Hertha, Disa, Nu­tria, Indrani, etc.), a Satanás le interesa que la adoren para apartarlos del único Camino al Dios Padre que es Jesucristo.


Otro sitio del culto idólatra a la diosa-madre fue Alejandría (Egipto). Aquí era conocida bajo el nom­bre de Isis. Cuando el cristianismo se propagó has­ta Alejandría, se hicieron convenios similares a los que se habían adoptado en Roma y Éfeso. El culto idólatra-pagano a la madre fue cuidadosamente in­yectado a la «cristiandad» por los «teólogos» de la igle­sia en dicha ciudad. Ahora, el simple hecho de que haya sido en ciudades como Alejandría, Éfeso y Roma donde la idolatría pagana se mezcló primeramente con la cristiandad, muestra de manera defi­nitiva la continuación directa del antiguo paganismo.

Esto prueba más aún que el culto a María no es más que el antiguo culto popular a la diosa-madre pagana y se puede confirmar notando los títulos que se le confirieron a María así como la forma ritual de sus cultos.


Por ejemplo, María es frecuentemente llamada «la Madonna». ¡Este título no tiene absolutamente nada que ver con María, la madre de Jesús! En cam­bio, esta expresión es la traducción de uno de los títulos por los cuales la diosa babilónica era conoci­da, y Nimrod vino a ser conocido como Baal. El título de su esposa, la divinidad femenina, sería el equivalente a Baalti. En castellano esta palabra equi­vale a «mi Señora»; en latín, Mea Domina, y en ita­liano, en una forma bien conocida, es Madonna.

Entre los fenicios, la madre-diosa era conocida como «Nuestra Señora de los Mares», y aún este título se aplica a María a pesar de que no hay absolutamente ninguna conexión entre María y el mar en los evangelios.

Las Escrituras claramente indican que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (l Tim. 2:5). A pesar de esto, el catolicismo romano enseña que María también es «mediadora», y es por esto que las oraciones a ella forman una parte muy importante en el culto católico. ¿Pero cómo fue que María vino a ser conocida como «mediadora»? Nuevamente tenemos la influencia del pa­ganismo, pues la madre-diosa de Babilonia tenía nombres como «Mylitta», que significa «la mediadora». Y así esto también pasó a la iglesia apóstata, ¡la cual hasta hoy habla de María como la mediadora!, Título que sólo se le confiere a Jesucristo. Él es el único mediador entre Dios y los Hombres, ¡NO HAY OTRO CAMINO!

Otra título que proviene del paganismo y fue aplicado a María es el de «Reina del Cielo». En ningún lugar del Nuevo Testamento se dice que María la madre de Jesús sea o tuviera que ser nombrada reina del cielo; pero este título lo poseía la diosa-madre pagana que era adorada siglos antes de que María siquiera hubiera nacido. Sí, hacía mucho tiempo, en los días de Jeremías, que el pueblo ado­raba a la «reina del cielo» y practicaba ritos que eran sagrados para ella. Como podemos leer en Jeremías 7:18-20, «Los hijos recogen la leña y los padres en­cienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la "reina del cielo"». Y en este con­texto, es interesante notar que actualmente las mu­jeres de Paphos (Chipre), hacen ofrendas a la virgen María, como reina del cielo, en las ruinas del anti­guo templo de Astarté.

Como hemos visto, el nombre de la diosa-madre en Egipto era Isis y su hijo Horus (Osiris). Pues bien, uno de los títulos por los cuales Isis era conocida también, era el de «Madre de Dios». Más tarde este título fue aplicado a María por los «teólogos» de Alejandría. Nuevamente este era un intento obvio para hacer aparentar a la cristiandad semejante al viejo paganismo con la adoración a su diosa. Bien sabemos que María era la madre de Jesús, pero solamente en el sentido de su naturaleza humana. El título católico y el significado original de éste tras­cendieron y pusieron a la sencilla y humilde madre del Señor en una posición exaltada ajena al Nuevo Testamento. Y en la misma forma se sigue instru­yendo a los católicos actualmente.

El culto a Isis no fue limitado a Egipto. Se intro­dujo en Roma en el año 80 A.C. cuando Sulla fundó un colegio isiaco allí, Y para mostrar hasta qué punto estaba mezclado el paganismo con la «cristiandad» romana, necesitamos solamente men­cionar el hecho de que Isis era adorada en un tem­plo «que estaba situado en las colinas vaticanas, donde hoy está localizada la Basílica de san Pedro, el centro de la Iglesia que adora a la «madre de Dios» en aquella forma».

Aquí encontramos que los títulos «reina del cie­lo», «nuestra señora de los mares», «mediadora», «madonna», «madre de Dios» y otros más (que an­tes se atribuían a la diosa-madre pagana) fueron poco a poco aplicados a María. Tales títulos indican claramente que el supuesto culto a María de hoy es en realidad una continuación del culto a la diosa pagana. Pero existen todavía más pruebas que se pueden observar en la forma en que se representa a María en el «arte» de la Iglesia apóstata.

Tan bien fijada en la mente pagana estaba la ima­gen de la diosa-madre con el niño en los brazos, que cuando los días de la apostasía llegaron, «la antigua estampa de Isis y de Horus fue finalmente acepta­da, no solamente entre la opinión popular, sino por sanción episcopal, como el retrato de la virgen y su hijo». Se adjuntaron representaciones de Isis y su hijo en un marco de flores. Esta práctica también fue aplicada a María, quien casi siempre es mostra­da en la misma forma, como bien lo saben los estu­diantes del arte medieval.


La diosa egipcia Isis era frecuentemente representada como parada en la «Luna creciente» con «doce estrellas» alrededor de su cabeza. Incluso esto fue adoptado para María, pues en casi todas las iglesias católicas romanas del continente europeo, se pueden ver cuadros de María en la misma forma, con las doce estrellas alrededor de su cabeza y la Luna creciente bajo sus pies!

Para satisfacer las mentes supersticiosas de los gentiles, líderes de la Iglesia apóstata trataron de hacer a María similar a la diosa del paganismo y exaltarla a una superficie divina, para competir con la madre-pagana. Y de igual manera se hicieron es­tatuas de María (a pesar de que las Sagradas Es­crituras prohíben tal práctica). En algunos casos, las mismas estatuas que habían sido veneradas co­mo Isis (con su hijo), fueron simplemente cambia­das de nombre y se dieron a conocer como María y su hijo Cristo, de modo que continuara el antiguo culto. «Cuando el cristianismo triunfó (dice un autor), estas pinturas y figuras se convirtieron en la Madonna y su hijo, sin interrupción alguna: Nin­gún arqueólogo podría actualmente asegurar si alguno de esos objetos representa a la una o a la otra.»

Todo esto demuestra a qué grado se han reba­jado los líderes apóstatas para tratar de unir el paganismo con el cristianismo. La mayoría de esas figuras con distintos nombres han sido adornadas con joyas en la misma forma en que lo están las imágenes de las vírgenes hindú y egipcia.

María, la madre de Jesús, no era rica; al contrario, era sencilla. Entonces, ¿de dónde vinieron las joyas y coronas que se ven en las supuestas estatuas de ella? Obviamente, tales representaciones no son cris­tianas; son de origen anterior al cristianismo, vienen desde la antigua Babilonia.

Y así, por compromisos unos muy evidentes y otros más disimulados, el culto a la antigua madre de los paganos (la potestad Reina del Cielo o su representante en la Tierra, Semiramis) fue continuado dentro de la «Iglesia de la apostasía con el nombre de María, a quien se sustituyó en lugar de la otra. ¡Y este cambio ha venido engañando al mundo entero!

Finalmente en este artículo, cabría hacerse una pregunta: ¿Cuál es la intensión del culto a la «reina del cielo», Semiramis o la vírgen María actual? Que la adoren a ella y a su hijo dios-sol Tammuz. Otra pregunta: ¿Qué relación tiene con la NAVIDAD? Respuesta: Todo está relacionado. Según los arqueólogos e historiadores antiguos, el 25 de Diciembre, los paganos de Babel celebraban el nacimiento de su niño-dios Tammuz, y de eso conversaremos en la tercera parte de este tema Navidad, fiesta cristiana o pagana”.

Espero que esta amplia información te sea útil para discernir si las prácticas que tú haces o celebras, son de Dios o no.

Que nuestro Señor Jesucristo te continúe bendiciendo, hasta la próxima.

(Recuerda, cualquier comentario hazlo llegar a nuestro correo: wallysp77@gmail.com)