martes, 14 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD, es Cristiana o Pagana (II)

LA NAVIDAD
ES FIESTA CRISTIANA O PAGANA
(Parte II)
Por Wally Santos


En el artículo anterior abordamos sobre los aspectos históricos que originaron la Navidad. De cómo en Babilonia, Satanás planificó esparcir por todo el mundo antiguo, una celebración que engañaría a la raza humana por medio de sutiles instrumentos que, 4 mil años después, aún continúan vigentes y manteniendo en el error a muchos. El error de creer que la navidad es una fiesta cristiana, cuando realmente la navidad no tiene ninguna relación con nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo.

No me considero una persona “legalista” ni mucho menos una persona “cegada” por cierta cultura contraria a las creencias navideñas. Jesús nos ha hecho libres del pecado y de las “tradiciones” del mundo. Pero si alguno considera que tiene la “libertad” de celebrar la Navidad, pues bien ore a Dios y pregúntele al Señor si Él está de acuerdo con sus conceptos. Jesús dijo que el Espíritu Santo nos guiaría a toda la verdad (Juan 16:13). Bienaventurado aquel que tiene la güianza del Espíritu de Dios, porque el tal es hijo de Dios (Rom. 8:14).

La Biblia nos dice en Isa 5:13 (Ver. RV60)Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed. Esto nos enseña que mucho pueblo de Dios practica cosas, y no sabe el porqué se hacen, mucho menos el origen de tales prácticas. Como cristianos y nacidos de nuevo que somos, es nuestra responsabilidad investigar el porqué de las cosas que creemos.

Un ejemplo de cómo los hijos de Dios deben investigar, lo encontramos en Dan 9:2 (Versión Jerusalén): el año primero de su reinado, yo, Daniel, ME PUSE A INVESTIGAR EN LAS ESCRITURAS sobre el número de años que, según la palabra de Yahveh dirigida al profeta Jeremías, debían pasar sobre las ruinas de Jerusalén, a saber setenta años. 

Es decir que, el gran profeta Daniel, nunca hubiera recibido la revelación del número de años que estarían cautivos en Babilonia, si no hubiera INVESTIGADO profundamente en las Escrituras.

Otro gran ejemplo que nos muestra esa actitud investigativa, la encontramos en Lucas 1:1-4 (Ver. LBA) donde encontramos: Por cuanto muchos han tratado de compilar una historia de las cosas que entre nosotros son muy ciertas, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, también a mí me ha parecido conveniente, después de haberlo INVESTIGADO TODO CON DILIGENCIA desde el principio, escribírtelas ordenadamente, excelentísimo Teófilo, PARA QUE SEPAS LA VERDAD PRECISA acerca de las cosas que te han sido enseñadas.

Este fabuloso pasaje bíblico nos indica que Lucas, seguramente, había escuchado muchas historias acerca de Jesús (pues él no fue testigo ocular de las cosas que el Señor hizo, Lucas escribió este evangelio entre el 64 y 70 DC). No cabe duda que, al escuchar estas historias, a Lucas le desconcertaba el desorden cronológico en que le contaban los hechos de Jesús, y él se dispuso a investigarlo. Me llama la atención que Lucas le dirige su escrito a su amigo Teófilo (que significa Amigo de Dios). Es decir que los “Amigos de Dios” son los que investigan, los que profundizan sobre un tema en particular de los “Asuntos de Dios”, para no ser confundidos. A los “Teófilos” de hoy, Dios les revela la Verdad Precisa de su Palabra.

Me pareció prudente explicar estas cosas pues, mucha gente e incluso pueblo cristiano, ven con superficialidad algunos temas, como el de la Navidad. Muchas veces tildamos a los pecadores de “idólatras” porque ellos adoran sus imágenes hechas de manos, y nosotros mismos a veces también somos “idólatras” en algunos aspectos o fiestas que celebramos, cuando no sabemos el origen de tales fiestas.

Bien lo decía el Apóstol Pablo en Rom 2:21-22 (Ver. Torres Amat) y no obstante, tú que instruyes al otro, no te instruyes a ti mismo; tú que predicas que no es lícito hurtar, hurtas; tú que dices que no se ha de cometer adulterio, lo cometes; tú que abominas los ídolos, eres sacrílego adorador suyo...”.

En esta segunda parte de “Navidad, fiesta Cristiana o Pagana”, quiero resaltar nuevamente, algunos aspectos que Ralph Woodrow y Alexander Hislop hacen referente a este tema.


EL CULTO A LA MADRE e HIJO


Uno de los ejemplos más sobresalientes de cómo el paganismo babilónico ha continuado hasta nuestros días, puede verse en la forma en que la Iglesia Romana inventó el culto a María, para reem­plazar el antiguo culto a la diosa-madre de Babilonia (Semiramis). Como dijimos en el artículo anterior, después de la muerte de Nimrod, su adúltera esposa dio a luz a un hijo del que afirmó había sido concebido sobrenaturalmente. Proclamó que éste era un dios-hijo; que era Nimrod mismo su líder, que había renacido y que tanto ella como su hijo eran divinos. Esta historia era ampliamente conocida en la antigua Babilonia y se desa­rrolló en un culto bien estable­cido, el CULTO A LA MADRE Y EL HIJO. Numerosos monumentos de Babilonia muestran la dio­sa madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos.

Ahora, cuando el pueblo de Babilonia fue disperso en las varias áreas de la Tierra, llevaron consigo el culto a la divina madre y al dios-hijo. Esto explica por qué todas las naciones en tiempos pasados adoraban a la divina madre y a su hijo de una u otra forma, ¡aún siglos antes de que el verdadero Sal­vador, nuestro Señor Jesucristo naciera en este mundo! En los diversos países donde se extendió este culto, la madre y el hijo eran llamados de diferentes nombres debido a la división de los lenguajes en Babel, pero la historia básica seguía siendo la misma.




Entre los chinos, se llamaba a la diosa madre «Shingmoo» o «Santa Madre», y se representa con un niño en los brazos y rayos de gloria alrededor de su cabeza. Los germanos veneraban a la virgen «Hertha» con un niño en los brazos. Los escandina­vos la llaman «Disa» y también la representan con el niño en los brazos. Los etruscos la llamaban «Nu­tria»; en India la llaman «Indrani», que también era re­presentada con un niño en los brazos, y también, entre los druidas, adoraban a la «Virgo Paritura» como a la «Madre de Dios».

La madre babilónica era conocida como «Afro­dita» o «Ceres», por los griegos; Nana, por los su­merios, y como «Venus» o «Fortuna» por sus devo­tos en los viejos días de Roma; su hijo era conocido como «Júpiter». Devaki y su hijo Krishna han sido adorados también en la India.
Por algún tiempo, Isi, la «gran diosa» y su hijo Iswara (Induíso), han si­do venerados en la In­dia, donde se han eri­gido grandes templos para su culto. En Asia la madre era conocida como «Cibeles», y su hijo como «Deoius». «Pero no tomando en cuenta su nombre o lugar (dice un escri­tor), era la esposa de Baal, la reina-vir­gen del cielo quien dio fruto sin haber concebido.»

Cuando los hijos de Israel cayeron en apostasía, ellos también se descarriaron con este culto de la diosa-madre. Como podemos leer en Jueces 2:13, Y dejaron a Jehová y adora­ron a Baal y a Astaroth”. As­taroth era el nombre bajo el cual la diosa Semiramis (o diosa madre) era conocida por los hijos de Israel. Da vergüenza el pensar que aun aque­llos que conocían al Dios ver­dadero, se alejaban de El y adoraban a la madre pagana. Pero eso es exactamente lo que hicieron. Uno de los títu­los bajo el cual era la diosa conocida por los israelitas, era el de «Reina del Cielo», como leemos en Jeremías 44:17-19. El profeta Jeremías los reprendió por venerarla, ¡pero ellos se rebelaron a pesar de su advertencia, y fue así como trajeron sobre sí mismos una plena destrucción por la mano de Dios!

En Éfeso, la gran madre era conocida como «Dia­na»; ¡el templo dedicado a ella en esa ciudad era una de las Siete Maravillas del Viejo Mundo! Y no solamente en Éfeso, sino también a través de Asia y del mundo entero era venerada la divina madre (Heb. 19:27).

En Egipto, la madre babilóni­ca era conocida como «Isis», y su hijo como Horus. Nada es más común, en los monumentos reli­giosos de Egipto, que el infante Horus sentado en el regazo de su madre.

El culto a la madre y al hijo era conocido también en Inglaterra en tiempos pasados, pues en 1747 se encontró un monumento religioso en Oxford, de origen pa­gano el cual exhibe a una mujer alimentando a un infante. «Así vemos, dice un historiador, que la virgen y el hijo eran vene­rados en tiempos anteriores des­de China hasta Bretaña... y aún en México la madre y el hijo eran venerados.»

Este culto falso se esparció desde Babilonia a varias naciones, con diferentes nombres y formas; finalmente, se estableció en Roma y a través del Im­perio romano. Dice un notable escritor de esta épo­ca: «El culto a la grandiosa madre.. era muy popular en el Imperio romano. Existen inscripciones que prueban que los dos (madre e hijo) recibían honores divinos, no solamente en Italia (especialmente en Roma) sino también en las provincias, particularmente en Africa, España, Portugal, Fran­cia, Alemania y Bulgaria».

Fue durante este período de culto prominente a la madre divina, que el Salvador, nuestro Señor Je­sucristo, fundó la verdadera Iglesia del Nuevo Tes­tamento; ¡y qué gloriosa era la Iglesia en esos días!

Pero la que una vez fue conocida como la «Igle­sia», abandonó su fe original en el tercer y cuarto siglos y cayó en la gran apostasía que los apóstoles habían anunciado. Cuando vino esta «apostasía» se mezcló mucho paganismo en medio de la cristian­dad. Se aceptaban en la Iglesia a paganos no convertidos y en numerosos casos se les permitía conti­nuar muchos de sus ritos y costumbres paganos sin restricción alguna; en ocasiones se hacían algunos cambios con el fin de que estas creencias paganas parecieran similares a una doctrina cristiana.

Uno de los mejores ejemplos de esta clase de paganismo lo podemos tener en la forma en que la iglesia profesante permitía a los paganos el conti­nuar el culto a la diosa madre ¡solamente con una poca diferencia y con otro nombre! Había muchos paganos que se sentían atraídos al cristianismo, pero era tan fuerte en sus mentes la adoración a la diosa madre, que no la querían abandonar. 

Entonces los líderes de la Iglesia buscaron una similitud en la cristiandad con el culto de los idólatras paganos pa­ra poder atraerlos en gran número y así añadirlos a ella. ¿Pero a quién podrían usar para reemplazar a la diosa madre del paganismo? Pues claro que a María, la madre de Jesús; era la persona más lógica que podían escoger. ¿Por qué, entonces, no permitir que los paganos continuaran sus oraciones y devociones a su diosa, llamándola con el nombre de María, en lugar de los nombres anteriores con los cua­les ellos la conocían? Esto le daba al culto idólatra de los paganos la «apariencia» de cristianismo y de esta forma, ambos bandos podían estar satisfechos e incorporarse así a la Iglesia romana.

Y es esto exactamente lo que sucedió. Poco a poco, el culto y doctrinas que habían sido asociados con la madre pagana, vinieron a ser aplicados a María. Así, el culto pagano de la «madre» continuó dispersándose dentro de la Iglesia profesante.

Es obvio que este culto a María no era sólo la veneración que se merece la más bendita entre las mujeres, la madre humana del divino Salvador, sino que, al contrario, no era más que una continuación del viejo culto pagano a la diosa-madre babilónica. Porque a pesar de que Maria, la madre de Jesús, era una buena mu­jer, dedicada y temerosa de Dios, y fue escogida especialmente para engendrar el cuerpo de nuestro Salvador, no fue nunca considerada como una per­sona divina o como diosa por la verdadera Iglesia primitiva. Ninguno de los apóstoles, ni Jesús mismo, dieron alguna vez a entender que se debería venerar a María.

Como lo indica la «Enciclopedia Británica», durante los primeros siglos de la Iglesia no fue pues­to ningún énfasis en María. No fue sino hasta la época de Constantino, la primera parte del siglo IV, cuando alguien empezó a ver a María como a una diosa. Pero aun durante ese período, tal idolatría era denunciada por la Iglesia, lo cual es evidente en las palabras de Epifanio, quien denunció a ciertas mujeres de Tiro, Arabia y otros sitios por rendir culto a María como a una diosa verdadera y hacerle ofrendas en su capilla. Pero unos años más tarde, el culto a María no solamente era permitido por lo que es actualmente conocida como la Iglesia Católi­ca, sino que vino a ser una de sus doctrinas principales y lo continúa siendo hasta hoy.

Como Roma había sido por mucho tiempo el cen­tro del culto a la diosa del paganismo, no debemos extrañarnos de que éste fuera uno de los primeros sitios donde el culto a María se estableció dentro de la «iglesia». Este es un hecho que revela abiertamen­te que el culto a María fue el resultado directo de influencia pagana.


Otra ciudad en don­de el culto idólatra-­pagano a la madre era popular fue Éfeso, y ahí también se hicie­ron intentos por mez­clarlo con la cristian­dad. En Éfeso, desde tiempos primitivos, la diosa-madre era lla­mada «Diana» (Hch. 19). En dicha ciudad los paganos la veneraban como la diosa de la virginidad y la mater­nidad. Se decía que ella representaba los poderes generadores de la naturaleza, por lo cual se la representa­ba con muchos senos. Una torre de Babel adornaba su cabeza.

Cuando se tienen creencias durante si­glos, por lo general no es fácil abandonarlas. De modo que cuando llegó la apostasía, líderes de la iglesia de Éfeso razonaron que si permitían a los paganos continuar su adoración a la diosa-madre, los podrían atraer a la «igle­sia». Así, entonces, en Éfeso se incorporó el culto a la diosa pagana y se mezcló con el cristianismo. Se sustituyó el nombre de Diana por el de María y los paganos continuaron orando a la diosa-madre. Conservaron sus ídolos con la imagen de ella y la iglesia profesante permitió que los adorasen junto con Cristo. Pero no es mezclando de esta forma el cristianismo con el paganismo el camino de Dios pa­ra ganar convertidos.


Cuando Pablo llegó a Éfeso todavía no se había infiltrado el paganismo. La gente era verdaderamen­te convertida y en esos días al convertirse al cris­tianismo destruían las imágenes de la diosa-madre (Hch. 19:24-27). ¡Cuán trágico fue que esta iglesia aceptara y aún adoptara la idolatría abominable de la diosa-madre disfrazándola bajo el hábito de la cristiandad. Finalmente, cuando el culto a María se hizo una doctrina oficial de la Iglesia Católica, en el año 431 D.C., fue precisamente en el Concilio de Éfeso, la ciudad de la diosa pagana Diana. Es obvia la influencia pagana que indujo al Concilio a tomar esta decisión. La potestad de las tinieblas que gobernaba Éfeso, fue la que motivó a los religiosos a declarar a María como la diosa-madre.

A Satanás no le importa el nombre que le den a la reina del cielo (vírgen María, Diana, Isis, Devaki, As­taroth, Semiramis, Ceres, Afrodita, Shingmoo, Hertha, Disa, Nu­tria, Indrani, etc.), a Satanás le interesa que la adoren para apartarlos del único Camino al Dios Padre que es Jesucristo.


Otro sitio del culto idólatra a la diosa-madre fue Alejandría (Egipto). Aquí era conocida bajo el nom­bre de Isis. Cuando el cristianismo se propagó has­ta Alejandría, se hicieron convenios similares a los que se habían adoptado en Roma y Éfeso. El culto idólatra-pagano a la madre fue cuidadosamente in­yectado a la «cristiandad» por los «teólogos» de la igle­sia en dicha ciudad. Ahora, el simple hecho de que haya sido en ciudades como Alejandría, Éfeso y Roma donde la idolatría pagana se mezcló primeramente con la cristiandad, muestra de manera defi­nitiva la continuación directa del antiguo paganismo.

Esto prueba más aún que el culto a María no es más que el antiguo culto popular a la diosa-madre pagana y se puede confirmar notando los títulos que se le confirieron a María así como la forma ritual de sus cultos.


Por ejemplo, María es frecuentemente llamada «la Madonna». ¡Este título no tiene absolutamente nada que ver con María, la madre de Jesús! En cam­bio, esta expresión es la traducción de uno de los títulos por los cuales la diosa babilónica era conoci­da, y Nimrod vino a ser conocido como Baal. El título de su esposa, la divinidad femenina, sería el equivalente a Baalti. En castellano esta palabra equi­vale a «mi Señora»; en latín, Mea Domina, y en ita­liano, en una forma bien conocida, es Madonna.

Entre los fenicios, la madre-diosa era conocida como «Nuestra Señora de los Mares», y aún este título se aplica a María a pesar de que no hay absolutamente ninguna conexión entre María y el mar en los evangelios.

Las Escrituras claramente indican que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (l Tim. 2:5). A pesar de esto, el catolicismo romano enseña que María también es «mediadora», y es por esto que las oraciones a ella forman una parte muy importante en el culto católico. ¿Pero cómo fue que María vino a ser conocida como «mediadora»? Nuevamente tenemos la influencia del pa­ganismo, pues la madre-diosa de Babilonia tenía nombres como «Mylitta», que significa «la mediadora». Y así esto también pasó a la iglesia apóstata, ¡la cual hasta hoy habla de María como la mediadora!, Título que sólo se le confiere a Jesucristo. Él es el único mediador entre Dios y los Hombres, ¡NO HAY OTRO CAMINO!

Otra título que proviene del paganismo y fue aplicado a María es el de «Reina del Cielo». En ningún lugar del Nuevo Testamento se dice que María la madre de Jesús sea o tuviera que ser nombrada reina del cielo; pero este título lo poseía la diosa-madre pagana que era adorada siglos antes de que María siquiera hubiera nacido. Sí, hacía mucho tiempo, en los días de Jeremías, que el pueblo ado­raba a la «reina del cielo» y practicaba ritos que eran sagrados para ella. Como podemos leer en Jeremías 7:18-20, «Los hijos recogen la leña y los padres en­cienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la "reina del cielo"». Y en este con­texto, es interesante notar que actualmente las mu­jeres de Paphos (Chipre), hacen ofrendas a la virgen María, como reina del cielo, en las ruinas del anti­guo templo de Astarté.

Como hemos visto, el nombre de la diosa-madre en Egipto era Isis y su hijo Horus (Osiris). Pues bien, uno de los títulos por los cuales Isis era conocida también, era el de «Madre de Dios». Más tarde este título fue aplicado a María por los «teólogos» de Alejandría. Nuevamente este era un intento obvio para hacer aparentar a la cristiandad semejante al viejo paganismo con la adoración a su diosa. Bien sabemos que María era la madre de Jesús, pero solamente en el sentido de su naturaleza humana. El título católico y el significado original de éste tras­cendieron y pusieron a la sencilla y humilde madre del Señor en una posición exaltada ajena al Nuevo Testamento. Y en la misma forma se sigue instru­yendo a los católicos actualmente.

El culto a Isis no fue limitado a Egipto. Se intro­dujo en Roma en el año 80 A.C. cuando Sulla fundó un colegio isiaco allí, Y para mostrar hasta qué punto estaba mezclado el paganismo con la «cristiandad» romana, necesitamos solamente men­cionar el hecho de que Isis era adorada en un tem­plo «que estaba situado en las colinas vaticanas, donde hoy está localizada la Basílica de san Pedro, el centro de la Iglesia que adora a la «madre de Dios» en aquella forma».

Aquí encontramos que los títulos «reina del cie­lo», «nuestra señora de los mares», «mediadora», «madonna», «madre de Dios» y otros más (que an­tes se atribuían a la diosa-madre pagana) fueron poco a poco aplicados a María. Tales títulos indican claramente que el supuesto culto a María de hoy es en realidad una continuación del culto a la diosa pagana. Pero existen todavía más pruebas que se pueden observar en la forma en que se representa a María en el «arte» de la Iglesia apóstata.

Tan bien fijada en la mente pagana estaba la ima­gen de la diosa-madre con el niño en los brazos, que cuando los días de la apostasía llegaron, «la antigua estampa de Isis y de Horus fue finalmente acepta­da, no solamente entre la opinión popular, sino por sanción episcopal, como el retrato de la virgen y su hijo». Se adjuntaron representaciones de Isis y su hijo en un marco de flores. Esta práctica también fue aplicada a María, quien casi siempre es mostra­da en la misma forma, como bien lo saben los estu­diantes del arte medieval.


La diosa egipcia Isis era frecuentemente representada como parada en la «Luna creciente» con «doce estrellas» alrededor de su cabeza. Incluso esto fue adoptado para María, pues en casi todas las iglesias católicas romanas del continente europeo, se pueden ver cuadros de María en la misma forma, con las doce estrellas alrededor de su cabeza y la Luna creciente bajo sus pies!

Para satisfacer las mentes supersticiosas de los gentiles, líderes de la Iglesia apóstata trataron de hacer a María similar a la diosa del paganismo y exaltarla a una superficie divina, para competir con la madre-pagana. Y de igual manera se hicieron es­tatuas de María (a pesar de que las Sagradas Es­crituras prohíben tal práctica). En algunos casos, las mismas estatuas que habían sido veneradas co­mo Isis (con su hijo), fueron simplemente cambia­das de nombre y se dieron a conocer como María y su hijo Cristo, de modo que continuara el antiguo culto. «Cuando el cristianismo triunfó (dice un autor), estas pinturas y figuras se convirtieron en la Madonna y su hijo, sin interrupción alguna: Nin­gún arqueólogo podría actualmente asegurar si alguno de esos objetos representa a la una o a la otra.»

Todo esto demuestra a qué grado se han reba­jado los líderes apóstatas para tratar de unir el paganismo con el cristianismo. La mayoría de esas figuras con distintos nombres han sido adornadas con joyas en la misma forma en que lo están las imágenes de las vírgenes hindú y egipcia.

María, la madre de Jesús, no era rica; al contrario, era sencilla. Entonces, ¿de dónde vinieron las joyas y coronas que se ven en las supuestas estatuas de ella? Obviamente, tales representaciones no son cris­tianas; son de origen anterior al cristianismo, vienen desde la antigua Babilonia.

Y así, por compromisos unos muy evidentes y otros más disimulados, el culto a la antigua madre de los paganos (la potestad Reina del Cielo o su representante en la Tierra, Semiramis) fue continuado dentro de la «Iglesia de la apostasía con el nombre de María, a quien se sustituyó en lugar de la otra. ¡Y este cambio ha venido engañando al mundo entero!

Finalmente en este artículo, cabría hacerse una pregunta: ¿Cuál es la intensión del culto a la «reina del cielo», Semiramis o la vírgen María actual? Que la adoren a ella y a su hijo dios-sol Tammuz. Otra pregunta: ¿Qué relación tiene con la NAVIDAD? Respuesta: Todo está relacionado. Según los arqueólogos e historiadores antiguos, el 25 de Diciembre, los paganos de Babel celebraban el nacimiento de su niño-dios Tammuz, y de eso conversaremos en la tercera parte de este tema Navidad, fiesta cristiana o pagana”.

Espero que esta amplia información te sea útil para discernir si las prácticas que tú haces o celebras, son de Dios o no.

Que nuestro Señor Jesucristo te continúe bendiciendo, hasta la próxima.

(Recuerda, cualquier comentario hazlo llegar a nuestro correo: wallysp77@gmail.com)